Para mejorar en el lenguaje de señas, Leisa se sumergió en el mundo de los sordos. Enseguida se enteró de sus problemas: los que oyen los ignoran, se espera que lean perfectamente los labios, se los suele pasar por alto en los ascensos en el trabajo y la mayoría de los eventos públicos no se interpretan.
La habilidad de Leisa mejoró al punto de sentirse como en casa con los sordos. En una fiesta, una persona sorda se sorprendió al enterarse de que ella podía oír. A lo que un amigo señaló: «Ella tiene un corazón sordo». La clave había sido su disposición a vivir en ese mundo. No se «rebajó» para estar con ellos. Excepto por su audición, era como ellos.
Pero Jesús sí se rebajó para vivir en nuestro mundo y alcanzarnos: «fue hecho un poco menor que los ángeles» (Hebreos 2:9); y fue «de carne y hueso, para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, […] al diablo» (v. 14 RVC). Al hacerlo, libró «a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (v. 15). Más aún, fue «en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere» (v. 17).
No importa lo que enfrentemos; Jesús conoce y entiende. Oye nuestro corazón. Está con nosotros en todo.
De: Tim Gustafson