A Esteban le encanta la libertad y flexibilidad que le da su trabajo como chofer de alquiler privado. Entre otras cosas, puede comenzar y dejar en cualquier momento, y no tiene que rendir cuentas a nadie de su tiempo y movimientos. Pero dijo que, irónicamente, esa es la parte más difícil.
«En este trabajo, es tan fácil empezar una relación extramatrimonial —admitió con franqueza—. Recojo a todo tipo de pasajeros, y nadie, incluso mi esposa, sabe dónde estoy». Explicó que no es fácil resistir esa tentación y que muchos de sus compañeros cayeron en eso. «Lo que me detiene es considerar lo que Dios pensaría y cómo se sentiría mi esposa», dijo.
Nuestro Dios conoce nuestras debilidades, deseos y la facilidad con que somos tentados. Pero, como nos recuerda 1 Corintios 10:11-13, podemos pedirle que nos ayude. Pablo afirma: «fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (v. 13). Esa «salida» podría ser un temor saludable a las consecuencias, una conciencia culposa, el recuerdo de un texto bíblico, una distracción oportuna o alguna otra cosa. Al pedirle fuerzas a Dios, el Espíritu desviará nuestra vida de la tentación y nos ayudará a ver la salida que Él nos da.