Cuando Cristina empezó a trabajar en una cafetería, atendía a un cliente llamado Luis. Como Luis tenía problemas de audición, escribía su pedido mediante una nota en su celular. Cuando Cristina se enteró de que Luis era un cliente habitual, decidió servirlo mejor aprendiendo el lenguaje de señas, para que él ordenara si tener que escribir.

De una manera pequeña, Cristina mostró la clase de amor y servicio que Pedro nos alienta a todos a ofrecernos unos a otros. En su carta a los creyentes en Jesús que estaban dispersos y exiliados, les indica: «tened entre vosotros ferviente amor»; y que «cada uno según el don que ha recibido, [lo ministre] a los otros» (1 Pedro 4:8, 10). Dios también nos ha equipado con talentos y habilidad que podemos usar para beneficio de otros. Al hacerlo, nuestras palabras y acciones pueden traer honra a Dios.

Las palabras de Pedro eran especialmente importantes para sus destinatarios porque estaban atravesando angustia y aislamiento. Los alentó a servirse mutuamente para sobrellevar juntos las pruebas. Aunque tal vez no sepamos qué está experimentando otra persona, Dios puede ayudarnos a mostrar empatía, y a servirnos alegremente unos a otros con nuestras palabras, recursos y habilidades. Así reflejamos su amor.

De: Kirsten Holmberg