El lugar de nuestra reunión de líderes en Chicago contrastaba fuertemente con la necesidad que encontré camino hacia allí: personas con terribles carencias. Las diferencias me ayudaron a plantear las cosas que necesitábamos incluir en nuestra planificación de servicio para la ciudad y otros lugares: llevar los recursos del evangelio (cualquier cosa dada por Dios para ayudar a difundir su mensaje de amor y salvación) a los lugares donde más se necesitan.

Cuando Pablo les escribió a los creyentes en Jesús en Roma, aún no los había visitado, pero deseaba hacerlo: «deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí» (Romanos 1:11-12). El apóstol esperaba un «intercambio de dones» que lo beneficiara a él y a los demás en su empeño por vivir para Jesús y servir a otros. Los recursos que poseemos incluyen los dones espirituales y los recursos materiales que Dios nos ha dado. Permitámosle que nos utilice para llegar compasivamente a las personas con el mensaje del evangelio. Y, a medida que Dios nos capacite, abramos nuestros corazones, manos y labios para servir a los demás. Que lo hagamos sin avergonzarnos «del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (v. 16).

De: Arthur Jackson