Volé a la India, que nunca había visitado, y llegué al aeropuerto de Bengaluru después de la medianoche. A pesar de varios emails, no conocía a quien me iría a buscar ni dónde encontrarlo. Seguí a la multitud a buscar el equipaje y a la aduana, y salí a la noche calurosa y húmeda donde traté de detectar un par de ojos amigos entre el mar de rostros. Durante una hora, camine de un lado a otro, esperando que alguien me reconociera. Por fin, un hombre se acercó y preguntó: «¿Usted es Winn? Perdón. Pensé que lo reconocería. Usted seguía caminando por delante de mí, pero su aspecto no era como yo imaginaba».
A menudo, nos confundimos o no reconocemos a personas o lugares que deberíamos conocer. Pero Dios nos brinda una manera inconfundible de conocerlo. Vino a nuestro mundo como Jesús: «el resplandor de [su] gloria. […] la imagen misma de lo que Dios es» (Hebreos 1:3 RVC). Jesucristo es la representación exacta de Dios. Cuando lo vemos, confiamos plenamente en que estamos viendo a Dios.
Si queremos conocer cómo es Dios —lo que diría, cómo amaría—, solo tenemos que mirar y escuchar a Jesús. ¿Estamos oyendo realmente lo que Dios «nos ha hablado» (v. 2) por medio de Él? ¿Estamos siguiendo su verdad? Para estar seguros de saber cómo reconocerlo, fijemos nuestra mirada en el Hijo y aprendamos de Él.
De: Winn Collier