Cerca de la fiesta de Acción de Gracias, el presidente de los Estados Unidos recibe en la Casa Blanca dos pavos para otorgarles el indulto presidencial. En lugar de servirlos como plato principal para esa celebración, esos pavos viven seguros por el resto de su vida en una granja. Aunque no pueden entender la libertad que se les ha concedido, la extraña tradición anual resalta el poder vivificador del perdón.

El profeta Miqueas entendía el significado del perdón cuando escribió una fuerte advertencia a los israelitas que quedaban en Jerusalén. Similar a una demanda legal, registró a Dios testificando en contra de la nación (Miqueas 1:2) por desear la maldad, y perdonar la codicia, la deshonestidad y la violencia (6:10-15).

A pesar de esas rebeliones, Miqueas termina con una esperanza arraigada en la promesa de que Dios no sigue enojado para siempre, sino que «perdona la maldad» (7:18). Como Creador y Juez de todo, puede declarar con autoridad que no nos recriminará por nuestros pecados debido a su promesa a Abraham (v. 20); cumplida finalmente en la muerte y resurrección de Jesús.

El perdón es un regalo inmerecido que trae bendiciones enormes. A medida que comprendamos más los beneficios de su perdón completo, respondamos con alabanza y gratitud.

De: Lisa M. Samra