Las Sagradas Escrituras documentan muchos casos de conflicto —entre naciones, entre amigos y en familias— y vemos lo mismo hoy en día. Mientras pelean, la gente puede decir palabras duras e injustas. Sus acusaciones a menudo crean confusión y dolor emocional. Pero la manera en que reaccionamos a tal agresividad está determinada por lo que creemos.
Para empezar, debemos recordar dos cosas. Primero, Dios tiene el poder de convertir nuestros tiempos dolorosos en algo beneficioso. Y segundo, nuestro amoroso Padre celestial siempre permanece a nuestro lado. Él entiende lo que estamos experimentando y estará con nosotros durante todo el camino.
La Palabra de Dios proclama su soberanía sobre la naturaleza (Sal 135.6), el gobierno (Job 12.23) y la humanidad (Hch 17.25). Cuando creemos en su dominio soberano, nuestra perspectiva sobre los tiempos difíciles cambia. Entonces, en lugar de reaccionar con miedo o resentimiento, nos dirigiremos a Él en oración y pediremos su guía.
En el mundo, el conflicto es inevitable. Cuando algo que hemos hecho es la fuente de la confusión, debemos disculparnos. Si otros tienen la culpa, debemos perdonar. Como embajadores de Cristo, la manera en que actuamos realmente importa.
Biblia en un año: DANIEL 5-6