Hace años, mi esposo decidió viajar a África con un grupo de su iglesia. A último momento, les aconsejaron no viajar. Todos estaban decepcionados, pero el dinero que habían reunido para el vuelo, el alojamiento y la comida se donó a las personas a quienes habían tratado de visitar, las cuales lo usaron para construir un edificio para refugiar a víctimas de abuso.
Hace poco, en un desayuno de oración, mi esposo conoció a alguien que vivía en la aldea a la que casi había viajado años atrás. Era un maestro que dijo que pasaba junto al edificio todos los días, y confirmó que Dios lo había usado para ayudar a los más vulnerables de la zona.
Nuestros planes y deseos no siempre coinciden con lo que Dios tiene en mente. «[Sus] pensamientos no son [nuestros] pensamientos, ni [nuestros] caminos [sus] caminos» (Isaías 55:8). No son solo diferentes, sino «más elevados» y mejores porque se corresponden con su Persona (v. 9). Esta verdad nos da esperanza cuando nuestros esfuerzos por servirle no resultan como planeamos.
Pueden pasar años antes de que podamos mirar atrás y ver cómo influyó Dios en ciertas circunstancias. Pero por ahora, mientras seguimos alcanzando al mundo en su nombre, podemos recordar que Él siempre obra con poder (v. 11).
De: Jennifer Benson Schuldt