La prisa navideña está aquí. Hay planes que hacer, regalos que comprar y fiestas a las que asistir. Estas actividades pueden dejarnos exhaustos; en lugar de experimentar paz y alegría, podemos sentirnos abrumados porque hay demasiado que hacer o porque despertaron recuerdos tristes.
¿Cómo puede Cristo ser nuestro Príncipe de Paz cuando sentimos todo menos paz? Para entender por qué al Señor se le dio este título, primero debemos entender lo que significa. Él no vino para acabar con todos los conflictos, al menos no todavía. Un día volverá al mundo y gobernará como Rey en un ambiente de armonía externa. Sin embargo, dijo que en esta vida presente tendríamos problemas (Jn 16.33).
Cuando Cristo vino al mundo, su objetivo era traernos paz reconciliándonos con el Padre celestial. Su muerte en la cruz pagó nuestra deuda de pecado y nuestra relación con Dios fue restaurada. Ahora el Señor nos ofrece paz divina: una serenidad interior que llena nuestro corazón y nuestra mente, sin importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor.
¿Se caracteriza su vida por la serenidad que guarda sus pensamientos y emociones? Intente apartar tiempo cada día para fijar sus ojos en Cristo y deje que Él sane su corazón y calme su espíritu.
BIBLIA EN UN AÑO: EFESIOS 4-6