Mi hijo Xavier, que mide casi 1,90 de altura, levantó fácilmente en el aire a su hijito, Xarian, que se reía nervioso. Aseguró en la palma de su gran mano los pequeños pies de su hijo, extendió su largo brazo y lo alentó a equilibrarse solo, pero manteniendo su mano libre lista para agarrarlo si era necesario. Xarian se paró con las piernas extendidas. Con una sonrisa amplia y los brazos colgando al costado, miraba fijo a su padre.
El profeta Isaías expuso los beneficios de enfocarnos en nuestro Padre celestial: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (Isaías 26:3). Alentó al pueblo de Dios a comprometerse a buscarlo en las Escrituras y conectarse con Él mediante la oración y la adoración. Los fieles profundizarían su confianza mediante su comunión constante con el Padre.
Como hijos amados de Dios, podemos clamar con denuedo: «Confíen siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna» (v. 4 rvc). ¿Por qué? Porque nuestro Padre celestial es confiable. Él y las Escrituras nunca cambian.
Mientras mantengamos la mirada fija en nuestro Padre celestial, Él sostendrá nuestros pies firmemente en sus manos. ¡Podemos contar con su amor, fidelidad y bondad permanentes!
De: Xochitl Dixon