Compartir es un comportamiento aprendido; ya que la generosidad no es una característica natural. Miremos a los niños. Discuten sobre quién va primero, qué trozo de galleta es más grande y quién juega con qué juguetes. Como adultos, nosotros también tenemos luchas, sobre todo cuando se trata de nuestras finanzas. Las decisiones que tomamos en cuanto a nuestro dinero, cuánto tenemos y cuánto damos, revelan dónde ponemos nuestra confianza.
El Señor nos llama a ser generosos (Lc 6.38), no a acumular ni acaparar. Nos dice que encontremos seguridad en nuestra relación con Él, en vez de hacerlo en nuestros bienes (Mt 7.24-26). ¿Por qué? Porque para la mayoría de nosotros, no importa cuánto tengamos, nunca parece ser suficiente.
Además, cuando nos enfocamos en el dinero, abrimos la puerta a la incertidumbre y la ansiedad. ¿Qué pasa si perdemos nuestro trabajo? ¿Si contraemos una enfermedad? ¿Si perdemos nuestro dinero? Cuando nuestras finanzas sufren, nos sentimos inseguros. Pero si nuestra seguridad está en nuestra relación con Cristo, confiaremos en Él para el futuro.
El Señor nos da el dinero para que lo usemos para sus propósitos, no para los nuestros. Al mantener una perspectiva correcta sobre las finanzas podemos experimentar la paz de Dios.
Biblia en un año: MARCOS 15-16