El Señor nos llama a compartir su verdad con los demás, pero a veces nuestras acciones y actitudes pueden contradecir las palabras que salen de nuestra boca.
Cada día, la mayoría de nosotros comunicamos algo a alguien. Enviamos mensajes por lo que decimos y por lo que no decimos, por lo que hacemos y por lo que no hacemos. Por ejemplo, si los padres deciden dejar de diezmar sus ingresos, están enviando un mensaje a sus hijos. Sin decir nada, les están enseñando a sus hijos que mamá y papá no creen que Dios sea fiel para proveer. Lo que transmite nuestra conducta, en especial a los niños, habla mucho más fuerte que las palabras que usamos.
El apóstol Pablo entendió que nuestras acciones enseñan lecciones poderosas. Por esta razón, se aseguró de modelar el comportamiento y los valores correctos para que sus hijos espirituales los observaran y emularan (2 Ts 3.7-9).
No se trata de si comunicaremos un mensaje o no. Más bien, la cuestión es: ¿Qué tipo de mensaje ya está usted comunicando? Examínese para detectar cualquier discrepancia entre lo que dice y lo que hace, y elija compartir un mensaje completo y coherente de esperanza con el mundo.
Biblia en un año: ZACARÍAS 6-10