Romanos 8.26, 27

¿Le suena esto familiar? Decidido a dedicar más tiempo a la oración, usted se arrodilla, se prepara para hablar con el Señor y… se queda en blanco. Claro, puede mencionar algunas palabras sobre lo que necesita que Él haga para usted y su familia, pero debería orar por más que eso, ¿verdad?

Sí, debería hacerlo. Las necesidades del creyente son de hecho la preocupación del Padre; nada se le escapa. Sin embargo, les dice a sus hijos que “no se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás” (Fil 2.4 NTV). Es probable que la oración desinteresada no sea algo natural en nosotros, pero gracias a Dios, Él nos ha provisto de un Ayudador. El Espíritu Santo —quien está dispuesto y es capaz de orar eficazmente— intercede por nosotros (Ro 8.26).

¿Cómo debemos cooperar con el Espíritu? Primero, debemos reconocer la autoridad, la santidad y la gloria de Dios. Luego, necesitamos someternos a su dirección. Por último, debemos confiarle nuestro futuro, creyendo que Él convertirá en un gran bien tanto los sucesos negativos como positivos de nuestra vida.

En sumisión al Espíritu Santo, descubriremos paz y gozo. Y al presentar peticiones inspiradas por el Espíritu, también encontraremos nuevas palabras para orar al Padre.

Biblia en un año: EZEQUIEL 34-36