El andar de fe no está libre de responsabilidades. La Palabra de Dios está llena de sus instrucciones en cuanto a cómo tratar a las personas y cómo entregarnos para alimentar las relaciones.
No obstante, muchas personas prefieren no entablar amistades cercanas, optando por tener conocidos que exigen poco. Pueden hablar de cultura, películas y deportes, pero evitan discutir asuntos profundos. No tienen que soportar las cargas o las penas de alguien. Pero tampoco aprenderán el gozo de expresar cariño y lealtad. El corazón humano fue creado para la comunión íntima, el tipo de conexión que se basa en la confianza mutua y el amor.
Rut es un ejemplo de este tipo de dedicación desinteresada. Cuando su suegra Noemí atravesó un período amargo de pérdida y desesperanza, la joven viuda Rut decidió quedarse con la mujer de edad avanzada, aunque esto significaba sacrificar las comodidades del hogar y la perspectiva de casarse con alguien de su nación.
La lealtad exige algo de nosotros, pero son muy pocos los que están dispuestos a asumir esa responsabilidad. Hay quienes mantienen a otros a cierta distancia para evitar comprometerse o ser incomodados. Pero nuestro Padre celestial quiere que sus hijos se mantengan unidos en amor y se animen unos a otros (Jn 13.34; 1 Tes 5.11). Hacerlo siempre trae bendiciones.
Biblia en un año: DANIEL 10-12