Mis nietos miraban mi anuario de la escuela secundaria y se maravillaban de los cortes de cabello, la ropa fuera de moda y los autos «antiguos» en las fotos. Yo vi algo diferente: sonrisas de compañeros de hace tiempo, algunos todavía amigos. Pero, más que eso, vi el poder protector de Dios. Su presencia y su bondad me rodearon y cuidaron en una escuela donde luché para adaptarme; bondad que concede a todos los que lo buscan.

Daniel conocía la presencia protectora de Dios. Exiliado en Babilonia, oraba «abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén» (Daniel 6:10), a pesar del decreto del rey de no hacerlo (vv. 7-9). Como lo había hecho antes, Dios oiría, respondería y lo volvería a sostener.

A pesar de la nueva ley, Daniel seguiría buscando la presencia de Dios sin importar lo que pudiera pasar. Entonces, oró tal como lo había hecho tantas veces antes (v. 10). Mientras estuvo en el foso de los leones, un ángel del Señor lo mantuvo a salvo (v. 22).

Repasar nuestro pasado durante las pruebas del presente puede ayudarnos a recordar la fidelidad de Dios. Como dijo incluso el rey Darío sobre Dios: «Él salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra» (v. 27). Dios fue bueno entonces, y lo es ahora. Su presencia te guardará.

De:  Patricia Raybon