En 1939, ante el reciente comienzo de la guerra para Gran Bretaña, en su discurso de Navidad transmitido por radio, el rey Jorge vi procuró alentar a los ciudadanos del Reino Unido y la Comunidad Británica de Naciones a confiar en Dios. Citó un poema que le encantaba a su madre: «Sal a la oscuridad y pon tu mano en la mano de Dios. / Eso te será mejor que la luz y más seguro que un camino conocido» (trad. lit.). El rey no sabía qué traería el nuevo año, pero confiaba en que Dios los guiaría y sostendría en los días difíciles que se avecinaban.

La mano de Dios aparece en muchos lugares en la Biblia, incluido el libro de Isaías. Mediante este profeta, Dios llamó a su pueblo a confiar en que Él, como su creador, «el primero, […] también el postrero» (Isaías 48:12), no lo abandonaría. Afirma: «Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos» (v. 13). Debían confiar en Él y no buscar a los menos poderosos. Después de todo, Él era su «Redentor […], el Santo de Israel» (v. 17).

Independientemente de lo que enfrentemos al mirar el nuevo año, podemos seguir el consejo del rey Jorge y del profeta Isaías, y poner nuestra esperanza y confianza en Dios. Entonces, nuestra paz será como un río, nuestras justicias «como las olas del mar» (v. 18).

De: Amy Boucher Pye