Ayer vimos que gracias al sacrificio de Cristo, estamos libres de culpa. Pero a veces todavía nos sentimos avergonzados. Así que, profundicemos un poco más.
Hay dos tipos de culpa: la bíblica y la falsa. La primera se origina al violar las Sagradas Escrituras. Esto no es un sentimiento sino una realidad; hemos pecado y debemos arrepentirnos. La segunda, que implica continuar sintiéndose culpable después de confesar un pecado, no está basada en la verdad ni respaldada por la Biblia, pues Dios nos ha perdonado (Sal 103.12).
Las personas tienen luchas con la falsa culpa por muchas razones. La enseñanza legalista que presenta la vida como una serie de reglas que nunca se pueden seguir a la perfección, y el perfeccionismo que nos hace pensar que fracasaremos. La culpa nos lleva a dudar del amor y la salvación de Dios, lo que allana el camino para el miedo y la inseguridad y nos deja incapaces de disfrutar de la vida. También puede abrir la puerta al estrés físico y mental.
El Padre celestial quiere que sus hijos vivan libres de culpa (Ro 8.1). Si usted siente culpa o vergüenza, pídale a Dios que le ayude a rastrear las causas. Luego, afirme estas verdades: usted es especial (hecho a imagen de Dios y redimido por Él), amado por el Creador del universo, y perdonado.
Biblia en un año: LUCAS 23-24