La generosidad es la actitud de compartir con alegría lo que tenemos, independientemente de nuestra abundancia. La Biblia revela que la generosidad a manos llenas es un atributo de Dios (Dt 28.12). Y como parte de su plan transformador para los creyentes, el Padre desea que cultivemos un espíritu generoso.
Un enfoque generoso de nuestro tiempo y bienes materiales comienza al entregarnos a Dios. Cuando aceptamos que Él es dueño de todo, podremos despegarnos con mayor facilidad de nuestras posesiones. Pero la decisión de cultivar la generosidad se basa en la confianza. En lugar de sumar para ver qué pequeña cantidad podemos dar de manera segura a las obras de caridad, los cristianos deben dar sacrificialmente por fe. Hebreos 13.16 (NVI) nos dice: “No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios”. El Señor responde supliendo lo necesario para cubrir lo que daremos a otros y nuestras propias necesidades (Lc 6.38). Solo al dar aprendemos que jamás podremos superar a Dios en generosidad.
Algunos creyentes eligen desobedecer y ser egoístas, pero Dios ha decretado para ellos algún tipo de pobreza, ya sea económica, emocional o espiritual. Por tanto, elijamos cultivar un espíritu generoso para el Señor siempre.
Biblia en un año: OSEAS 10-14