La mayoría de los 300 residentes de Whittier, Alaska, viven en un gran complejo de apartamentos. Por eso, a Whittier se lo llama «un pueblo bajo un mismo techo». Amie, una exresidente, dice: «No tenía que salir del edificio; la tienda de alimentos, la escuela y el correo estaban en la planta baja… ¡solo bajar en el ascensor!».
Y agrega: «Como la vida era tan confortable, solía querer estar sola, pensando que no necesitaba de nadie. Pero los residentes eran tan afectuosos. Se cuidaban unos a otros. Aprendí que ellos me necesitaban a mí y yo a ellos».
Como Amie, tal vez a veces queramos encerrarnos y evitar a otros. ¡Parece menos estresante! Pero las Escrituras dicen que el creyente en Jesús debe tener un equilibrio saludable entre la soledad y la comunión con otros creyentes. Pablo compara el cuerpo de Cristo al humano. Así como cada parte tiene una función específica, cada creyente tiene su función (Romanos 12:4). Como una parte del cuerpo no puede existir sola, un creyente no puede vivir aislado de la congregación (v. 5). Es allí donde usamos nuestros dones (vv. 6-8; 1 Pedro 4:10) y crecemos a semejanza de Jesús (Romanos 12:9-21).
Nos necesitamos unos a otros; nuestra unidad es en Cristo (v. 5). Con su ayuda, podemos profundizar nuestra relación con Él y mostrar su amor a los demás.
De: Karen Huang