En 1943, un campamento en Maryland se compró como lugar de descanso para el presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt. Rústico, tranquilo y alejado, brindaba, según la Casa Blanca, «una oportunidad para estar a solas y tranquilo, como así también un lugar ideal para trabajar y hospedar a líderes extranjeros». Cuando Dwight Eisenhower se convirtió en presidente, lo llamó Camp David, en honor a su padre y su nieto; nombre que se conserva hasta hoy. Aparte de mejorar las medidas de seguridad, el lugar se ha modernizado muy poco. Sigue siendo el sitio perfecto para que el presidente y su familia descansen.
Los creyentes en Jesús también tenemos un lugar donde podemos descansar en medio de nuestro mundo turbulento. En el Salmo 32:7, el rey David escribió: «Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás», reconociendo que Dios era su verdadero lugar seguro.
Jesús nos da la bienvenida a encontrar descanso y restauración en él. Dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28-29).
Él puede ser nuestro lugar de descanso todo el tiempo.