«Sabes que Jesús te ama. Realmente te ama». Estas fueron las últimas palabras de John Daniels. Segundos después de haber dado dinero a un hombre que vivía en la calle y dicho esas palabras de despedida, lo atropelló un auto y murió al instante. El programa impreso del servicio para celebrar la vida de John decía: «Él quería descubrir cómo alcanzar a más personas, por eso, un domingo por la tarde, tratando de ayudar a un hombre necesitado, Dios le dio una manera de alcanzar al mundo. Todos los canales de televisión locales dieron la noticia, y así llegó a amigos, parientes y muchos otros en todo el país».

Aunque Daniels no era predicador, estaba impulsado a contarles a otros de Jesús. Lo mismo sucedió con Pablo. En Hechos 20, el apóstol expresó su celo por el evangelio al despedirse de los líderes de la iglesia de Éfeso: «a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio […] del evangelio de la gracia de Dios» (v. 24 LBLA).

La buena noticia del perdón y la nueva vida en Jesús es demasiado buena como para no compartirla. Algunos creyentes son más hábiles para explicar el evangelio que otros, pero con la ayuda del Espíritu Santo, todos los que experimentamos su poder transformador podemos contar la historia del amor de Dios.

De: Arthur Jackson