Durante el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, la famosa cocinera de Nueva Orleans, Leah Chase, preparó comida para quienes marchaban por la igualdad de derechos para todos. Dijo: «Luchaban por algo y no sabían lo que iban a encontrar cuando salieran. Pero cuando estaban aquí, sabían que yo les daría de comer. Eso es lo que podía hacer por ellos».

A veces, se pasa por alto el don de la hospitalidad, pero puede ser sumamente importante. Una empresaria llamada Lidia demostró hospitalidad a Pablo y a los otros predicadores que difundían las buenas nuevas de Jesús a la gente de Macedonia (Hechos 16:11-14). Utilizó lo que tenía —su casa— para ayudar al equipo viajero. Después de aceptar el mensaje del evangelio, Lidia insistió en proporcionar un lugar de descanso a los predicadores, diciendo: «Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad» (v. 15). Al igual que los trabajadores por los derechos civiles, Pablo y sus colaboradores no tenían que preocuparse por la comida gracias a la hospitalidad de Lidia.

Los dones de hospitalidad pueden ayudar mucho a todas las personas, tanto a los creyentes como a los que todavía necesitan a Jesús. Sirvamos a los demás mientras Dios provee lo que necesitamos para ayudarlos.

De: Katara Patton