El Señor ha designado a creyentes para que lo representemos en el mundo. Como sus seguidores, debemos hacerlo con nuestro carácter, conducta y conversación cada vez que interactuemos con familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo.
Dios espera que seamos diligentes en nuestra obra y que la terminemos fielmente (Col 3.23). Sin embargo, es fácil inclinarnos a ser perezosos. Este pecado es peligroso ya que puede perjudicar nuestro testimonio, arruinar nuestras relaciones y desperdiciar el tiempo y los dones que el Señor nos ha dado.
La pereza se manifiesta como postergación y, sin duda, perjudica el testimonio del creyente. También somos un mal ejemplo si intentamos cumplir con las responsabilidades pero lo hacemos de manera descuidada o incompleta.
El comportamiento irresponsable no encaja con lo que somos en Cristo. Si usted se da cuenta de que ha sido descuidado en alguna área de su vida, cobre ánimo: la Biblia promete que cuando confesamos nuestras faltas, Dios es fiel para perdonarnos (1 Jn 1.9). Ore, diciendo: “Señor, no he vivido como debería, y te pido perdón. Elijo alejarme de mis actitudes perezosas y negligentes. Por favor, ayúdame a seguir adelante y a convertirme en alguien aplicado y diligente para Ti”.
Biblia en un año: MATEO 27-28