En un almuerzo de Navidad en nuestra iglesia, celebramos las culturas de los invitados internacionales. Allí aplaudí alegremente junto al sonido de la darbuka (una especie de tambor) y el oud (instrumento parecido a una guitarra), mientras la banda interpretaba el tradicional villancico de Oriente Medio, Laylat al-Milad, que significa «Noche de Navidad». La letra recuerda a los oyentes que el espíritu de Navidad se halla en servir a otros, ofreciendo agua a una persona sedienta o consolando a alguien que llora.
Es probable que este villancico esté basado en el elogio de Jesús a sus seguidores por acciones que hicieron por él: proveerle comida cuando tenía hambre, bebida cuando tenía sed, y compañía y cuidado cuando estaba enfermo y solo (Mateo 25:34-36). Las personas de la parábola se sorprendieron porque pensaban que no habían hecho nada de eso por Cristo. Él respondió: «en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (v. 40).
Durante esta temporada, el aliento a participar del espíritu navideño suele ser un impulso a expresar una actitud festiva. Laylat al-Milad nos recuerda que podemos poner en práctica este espíritu al ocuparnos de otros. Y sorprendentemente, cuando lo hacemos, no solo servimos a otros sino a Jesús también.