Un hombre llamado Hidesaburō Ueno daba clases en la Universidad Imperial de Tokio en la década de 1920. Todas las tardes volvía en el tren de las 15:00 y se encontraba a su perro, Hachiko, esperándolo. Un día, el profesor sufrió un derrame cerebral durante la clase y murió. Como no bajó del tren de la tarde, Hachiko se quedó un rato y luego se fue a casa. El perro volvió al día siguiente a las tres, y al siguiente, durante diez años. La lealtad de Hachiko conmovió los corazones de muchos japoneses, que acudían a sentarse con él.

Eliseo estaba igualmente comprometido con su maestro, Elías. Cuando supo que lo perdería, lo seguía a todas partes. Entonces, un carro de fuego se llevó a Elías al cielo. Eliseo, anonadado, recogió el manto de Elías, símbolo del poder del profeta que había abierto el Jordán (v. 8), y preguntó: «¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?» (v. 14). Golpeó el agua, que se abrió como lo había hecho con su maestro. ¡Cuántos sentimientos encontrados!

¿Has perdido a un ser querido? No hay palabras que puedan hacer justicia a tu dolor. Has sufrido mucho porque has amado mucho. Da gracias a Dios por esa persona amada y por tu capacidad de amar. Eliseo recogió el manto de Elías. ¿Qué podrías hacer tú?

De: Mike Wittmer