Un estudio danés analizó el fenómeno que la mayoría ha experimentado: percibirnos más jóvenes de lo que realmente somos. Los resultados sugieren una constante: sea cual sea nuestra edad actual, todos nos vemos un 20 % más jóvenes. Una persona de 50 años tiende a percibirse de 40.
No hace falta un estudio científico para afirmar lo obvio: todos envejecemos. Y las Escrituras tienen mucho que decir al respecto. Las palabras de Isaías se dirigían a un Israel que había envejecido y se había cansado, pero como dice un comentarista: «Esta promesa a un Israel debilitado y envejecido como nación es aplicable a todo seguidor anciano de Cristo».
El profeta nos recuerda la provisión de Dios a lo largo de la vida para todo aquel que le ha sido fiel: «Los he protegido desde que nacieron; así es, los he cuidado desde antes de nacer» (Isaías 46:3 ntv).
Así que, mientras nos preocupamos por envejecer, nos acordamos de que Dios sigue con nosotros. Él promete: «Yo mismo los seguiré llevando, hasta que estén viejos y canosos» (v. 4). Tengas la edad que tengas (¡o la versión un 20 % más joven que imaginas ser!), abraza hoy la promesa de Dios: «Yo los hice y cuidaré de ustedes» (v. 4 ntv).
De: Kenneth Petersen