Cuando luchamos contra la tentación, entender cómo funciona puede ser útil. Todo pecado se origina como un pensamiento (Stg 1.14, 15). Si nos aferramos al pensamiento, se convierte en una fantasía, la oportunidad de imaginar cómo sería seguir esa idea, sin hacerlo en realidad. Las fantasías pueden enredarse fácilmente con nuestras emociones. Esto crea un deseo, que nos lleva al punto en el que hay que tomar una decisión. Y debemos aceptar el pecado o rechazarlo. Este proceso es bastante peligroso, ya que la progresión del pensamiento a la elección puede ser casi instantánea.
Los creyentes sabios determinan de antemano resistir la tentación. Construyen la defensa antes de que ocurra la ofensiva. Hay dos piedras angulares para una buena defensa: el reconocimiento de que Dios tiene el control, y el compromiso a obedecerlo (1 Co 10.13; Stg 4.7).
Podemos fortalecer aún más nuestra defensa cuando la tentación realmente llegue. Satanás tiene una manera de resaltar el placer del pecado hasta que sea lo único que vemos. Pero cuanto más meditemos en las Sagradas Escrituras y nos comuniquemos con Dios, más fuerte será nuestra defensa.
Biblia en un año: MATEO 22-24