Con frecuencia dejamos que nuestras circunstancias determinen nuestra actitud. Si la vida va bien, entonces nos sentimos bien. Pero cuando se pone difícil, nuestro estado de ánimo decae. Sin embargo, no tenemos que vivir así. Al igual que el apóstol Pablo, podemos aprender y practicar el contentamiento.
Contentamiento describe estar sereno, sin importar cómo estén las cosas. Significa aprender a permitir que el poder de Dios entre en nuestra debilidad para que podamos aceptar y adaptarnos a las circunstancias. Cuando vamos por la vida con esa mentalidad, pasamos de vivir por sentimientos a vivir por fe (2 Co 5.7).
Pero para eso, se necesitan sumisión y confianza. En primer lugar, debemos soltar lo que queremos conservar y aceptar lo que Él permita. En segundo lugar, confiar en Dios para que se encargue de nuestra situación. Si creemos en que Él está desarrollando su plan perfecto para nosotros, entonces tendremos el gozo que proviene de confiar en Él.
Pablo sometió su vida a Dios y confió en Él. Sufrió insultos, rechazos y pruebas difíciles, pero aun así estaba contento. Cuando le entregamos el control de nuestra vida a Dios y creemos en que Él quiere lo mejor para nosotros, también podemos sentir contentamiento.
Biblia en un año: NAHÚM 1-3