Las promesas de Dios son preciosas (2 P 1.4). No solo nos recuerdan su interés personal en nuestra vida, sino que también nos brindan esperanza y aliento durante los tiempos difíciles.
Antes de apropiarnos de una promesa, debemos examinarnos en tres áreas: fe, obediencia y paciencia. Primero, debemos confiar en Cristo como nuestro Salvador personal. Luego, debemos obedecer a Dios. Como se consideró en el devocional de ayer, nuestra obediencia o acción es necesaria para reclamar las promesas condicionales. Por último, se requiere paciencia. Dios obra a su tiempo para cumplir sus propósitos conforme a su plan perfecto.
A veces puede parecer que una promesa divina no se está cumpliendo. Cuando ese sea el caso, eche un nuevo vistazo al pasaje bíblico para asegurarse de que se aplica a usted. Luego verifique que haya cumplido las condiciones necesarias. Si aún está convencido de que la promesa se aplica, examine con un poco más de profundidad su petición. ¿Será Dios honrado cuando se cumpla esta promesa? ¿Le ayudará a crecer espiritualmente?
El Espíritu Santo edificará nuestra fe por medio de la Palabra, nos dará la fuerza necesaria para obedecer y desarrollar en nosotros el fruto de la paciencia. Estas cualidades son necesarias y nos ayudarán mientras esperamos que Dios cumpla sus promesas.
Biblia en un año: LUCAS 8-9