Durante años, el Cuerno de África ha sufrido sequías brutales que devastaron cultivos, mataron ganado y pusieron en peligro a millones. Entre los más vulnerables —como las personas del campamento de refugiados Kahuma, en Kenia—, es aún más tremendo. Una madre joven llevó ante los funcionarios del campamento a su bebé que sufría de una grave desnutrición que había dejado «su cabello y su piel […] secos y quebradizos». No sonreía ni comía. Su cuerpito se estaba apagando. Felizmente, por la intervención inmediata de especialistas, se construyó una estructura para suplir las necesidades consideradas de vida o muerte.

Es en esos lugares desesperados donde se llama a los creyentes a brillar con la luz y el amor de Dios (Isaías 58:8), y proveer alimentos, medicamentos y seguridad a los hambrientos, enfermos y amenazados; haciendo todo en el nombre de Jesús. Isaías reprendió a Israel por creer que eran fieles al ayunar y orar, mientras ignoraban la verdadera obra compasiva que requieren las crisis: compartir «pan con el hambriento», brindar «a los pobres errantes albergues» y vestir «al desnudo» (v. 7).

Dios desea que los hambrientos sean alimentados, tanto física como espiritualmente; y obra a través de nosotros para proveer para los necesitados.

De: Winn Collier