El plato que más vendía Jocelyn en su puesto de comida era su sopa de arroz. Revolvía cuidadosamente el arroz cocido, hasta obtener una consistencia suave. Por eso, se sorprendió cuando un cliente habitual dijo: «Tu sopa de arroz sabe diferente. La textura no es tan fina».

Esa vez, la ayudante de Jocelyn la había preparado, y explicó la razón: «No la revolví tanto tiempo como decía la receta, porque en casa la hago así. Y agregué más aceite de sésamo. En mi opinión, sabe mejor de este modo». Había decidido ignorar la receta y hacerla a su estilo.

Así respondo a veces a las instrucciones de Dios: en lugar de obedecer totalmente sus mandatos como se dan en las Escrituras, los someto a mis opiniones y los proceso como quiero.

Naamán, general del ejército sirio, estuvo al borde de cometer un error similar. Cuando recibió la instrucción de Dios por medio del profeta Eliseo de lavarse en el río Jordán para que se curara de su lepra, el soldado altanero se enojó. Tenía sus propias expectativas sobre cómo debía tratarse su necesidad (2 Reyes 5:11-12), pero sus siervos lo convencieron de que obedeciera a Eliseo (v. 13). Como resultado, Naamán se curó.

Cuando hacemos las cosas como Dios quiere, tenemos una paz indescriptible. Colaboremos para que Él cumpla sus propósitos.

De: Karen Huang