Parecía que la noticia de que nuestra vecina había tenido a su primer bebé no llegaba nunca. Cuando finalmente apareció un cartel en el patio delantero que decía: «¡Es una niña!», celebramos el nacimiento de su hija y avisamos a amigos que tal vez no habían visto el anuncio.
Es muy emocionante esperar la llegada de un bebé. Antes del nacimiento de Jesús, el pueblo judío no había estado esperando apenas unos meses, sino que, durante generaciones, anhelaron que naciera el Mesías. Imagina a los judíos fieles que se preguntaban si verían en vida el cumplimiento de esta promesa.
Una noche, la noticia largamente esperada se exhibió en los cielos, cuando un ángel se apareció a los pastores en Belén, anunciando que el Mesías por fin había nacido. Les dijo: «Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (Lucas 2:12). Cuando los pastores vieron a Jesús, alabaron a Dios y «contaron» (v. 17 rvc) acerca del bebé.
Dios quiso que los pastores supieran que el bebé había nacido, para que ellos les contaran a otros. Todavía celebramos su nacimiento porque su vida ofrece rescate de este mundo roto a todo el que cree en Él. Ya no hay que esperar para conocer la paz y experimentar gozo. ¡Vale la pena contar esta buena noticia!
De: Lisa M. Samra