Mientras observaba el poder asombroso de las Cataratas del Niágara, noté que otros turistas empezaban de repente a tomar fotos. Al mirar en la misma dirección, vi que había aparecido un arcoíris que cruzaba el río, comenzando en la base de la catarata canadiense y terminando en la estadounidense.
En realidad, un arcoíris no tiene fin, sino que es un círculo completo; algo que vi solo una vez. Mientras miraba por la ventanilla de un avión, el brillo del sol hizo que se viera a lo lejos un arcoíris completo encima de las nubes. Quedé maravillado ante el espectáculo, hasta que el avión giró y el círculo desapareció.
Ese arcoíris me llevó a pensar en que Dios tampoco tiene principio ni fin, y que Él nos revela sus promesas dondequiera que estemos. Nuestro Dios eterno puso su arco «en las nubes» (Génesis 9:13) como una promesa de que nunca volvería a inundar la tierra «para destruir toda carne» (v. 15). Aun hoy, nos sigue recordando esa promesa a nosotros, a quienes creó (vv. 13-16).
Isaías 40:28 dice: «el Dios eterno es el Señor, el cual creó los confines de la tierra […] su entendimiento no hay quien lo alcance». ¡Qué pensamiento maravilloso! Tendremos la eternidad para aprender sobre el que cumple su promesa, y nunca comprenderemos en profundidad su entendimiento.
De: Brent Hackett