Una maestra sugirió a sus alumnos que escribieran notas de ánimo a sus compañeros. Días después, cuando hubo una tragedia escolar en otra parte del país, esas notas alentaron el espíritu de sus compañeros de escuela mientras enfrentaban el miedo y la angustia resultantes de algo que podría haberles sucedido a ellos también.
El ánimo y el interés mutuo también estaban en la mente de Pablo cuando les escribió a los creyentes de Tesalónica. Habían perdido a amigos, y Pablo les enseñó sobre la esperanza en la promesa de Jesús de regresar para resucitar a sus seres queridos (1 Tesalonicenses 4:14). Aunque no sabían cuándo sucedería, les recordó que, al ser creyentes, no necesitaban esperar con temor al juicio de Dios cuando Jesús regresara (5:9). En cambio, podían esperar con confianza en su vida futura con Él, y mientras tanto, «[animarse] unos a otros, y [edificarse] unos a otros» (v. 11).
Cuando experimentamos pérdidas dolorosas o tragedias sin sentido, es fácil que el miedo y la tristeza nos superen. Pero las palabras de Pablo nos son útiles hoy, así como cuando se escribieron. Esperemos expectantes que Cristo restaure todas las cosas. Y mientras tanto, animémonos unos a otros… con mensajes, palabras, actos de servicio o un simple abrazo.