Si caminaras por el antiguo muro de ladrillos entre los cementerios protestante y católico en Roermond, Países Bajos, descubrirías una vista curiosa. A cada lado, empotradas en la pared, se levantan dos lápidas idénticas: una de un esposo protestante y la otra de su esposa católica. Las reglas culturales durante el siglo xix requerían que fueran sepultados en cementerios separados. Pero ellos no aceptaron ese destino. Las inusuales lápidas son lo suficientemente altas como para superar la división, de modo que, en la parte superior, hay apenas 30 a 50 centímetros de separación. Arriba de cada lápida, están esculpidas unas manos extendidas asidas entre sí. La pareja se negó a ser separada, aun en la muerte.
El Cantar de los Cantares explica el poder del amor. Salomón dice: «Inquebrantable como la muerte es el amor; inflexibles como el sepulcro son los celos» (8:6 rvc). El amor verdadero es poderoso, ardiente: «brasas de fuego, fuerte llama» (v. 6). Nunca se rinde, no será silenciado ni puede ser destruido: «Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos» (v. 7).
«Dios es amor» (1 Juan 4:16). Nuestro amor más fuerte es solo un reflejo fracturado de su ardiente amor por nosotros. Él es la fuente suprema de todo amor genuino, de todo amor que se aferra con fuerza.