A veces, Dios nos da una experiencia espiritual asombrosa. Y cuando lo hace, es para revelar la verdad acerca de Él mismo. Eso es lo que sucedió en el monte de la transfiguración.
Mientras Pedro, Jacobo y Juan estaban en la presencia del Señor (Dios hecho hombre), de repente vieron su majestad divina. Al observarlo allí con Moisés y Elías, dos profetas del Antiguo Testamento venerados por la nación de Israel, escucharon una voz del cielo y se postraron rostro en tierra en adoración (Mt 17.5, 6).
¿Y qué hay de nosotros? Si tenemos una experiencia espiritual, ¿cómo sabemos si es auténtica? Una manera es darse cuenta de que el propósito del Señor para tales cosas es enfocar nuestros pensamientos en Él. Cualquier suceso espiritual que se engrandece a sí mismo o a alguna otra actividad, pero que no dirige nuestra atención a Dios, es muy probable que sea falso.
¿Por qué permite Dios a veces estos vislumbres especiales de realidades espirituales? Podría estar motivándonos para sus propósitos o fortaleciéndonos para resistir dudas futuras. O quizás esté corrigiendo una percepción errónea, como la idea de que Él está en algún lugar lejos de nosotros (Sal 145.18).
Dios quiere comunicarse con su pueblo por medio de su Santo Espíritu. Si lo escucha, Él le hablará.
Biblia en un año: SOFONÍAS 1-3, HAGEO 1-2