Así como un niño tiene que aprender a obedecer, los hijos de Dios también deben aprender a andar en sus caminos. Él se complace en vernos hacer lo correcto y quiere ayudarnos cuando nos equivocamos. Por tanto, Él es paciente y nos da tiempo y espacio para cometer errores.
Pablo apreciaba la paciencia de Dios. Su vida demostró que debido a que el Padre celestial es lento para la ira, los no creyentes tienen una oportunidad mucho mayor de salvación (1 Ti 1.16). En Romanos 2.4, Pablo afirma que la bondad y la misericordia de Dios conducen al arrepentimiento. Pero en el versículo siguiente, les advierte a los de corazón terco que serán juzgados.
Veamos la nación de Israel. En el Antiguo Testamento, experimentaron una y otra vez esta dolorosa verdad. Se alejaron del Señor e hicieron el mal ante sus ojos al adorar ídolos. Finalmente, Él retiraría su protección hasta que ellos clamaran y se volvieran a Él. En última instancia, incluso cuando el Señor permite que la calamidad alcance a sus hijos, todavía está impregnada de su amor y propósito.
Si hay pecado sin confesar en su vida, pídale perdón a Dios y ayuda para alejarse de lo malo. Luego dele gracias por su paciencia y misericordia.
Biblia en un año: JOEL 1-3