Nehemías demuestra el poder de la oración. Como siervo del rey de Persia, no tenía derecho a pedir permiso para reconstruir los muros de Jerusalén, y mucho menos para solicitar materiales y protección. Sin embargo, por conocer al Dios a quien oraba, Nehemías no dudó en actuar con valentía y pedir ayuda al rey.
Su oración comenzó así: “Oh Jehová, Dios de los cielos” (Neh 1.5), que significa Aquel “que es eterno en su ser”. Cuando Dios hace una promesa, Él sabe cómo la cumplirá. Por eso Nehemías lo llamó “fuerte, grande y temible, que guarda el pacto”.
Otro nombre hebreo para Dios es Elohim, que significa “Aquel que es soberano”. Este nombre se refiere al Creador y habla de su omnipotencia. Él creó el mundo, por lo que Nehemías sabía que era más que capaz de proveer todo lo que se necesitara.
La Biblia contiene muchos otros nombres para Dios, como Adonai (“Señor”), Jehová-Jireh (“proveedor”) y Jehová-Rapha (“sanador”). Dado que el idioma hebreo es preciso, puede ayudarnos a conocer mejor quién es Dios. Entonces, confiadamente nos dirigiremos a Él en cualquier situación: cuando necesitemos consuelo, invocaremos al Dios que nos conforta; en nuestra confusión, tenemos al Dios que nos enseña. Recuerde que el modo en que vemos a Dios influye en nuestra manera de orar.
Biblia en un año: OSEAS 6-9