Puesto que la confianza en Dios es fundamental para los cristianos, las consecuencias de una fe vacilante pueden ser de gran alcance. A veces, después de orar por dirección, podemos recibir una respuesta que nos haga pensar: “No puedo hacer eso”. Entonces, en lugar de obedecer y pedirle a Dios que fortalezca nuestra fe, podemos optar por posponer o poner en juego nuestra obediencia.
Pero la obediencia parcial es en realidad desobediencia, y cuando nuestra fe flaquea, podemos tomar decisiones equivocadas que resultan costosas. Por ejemplo, los israelitas vagaron 40 años por el desierto porque la nación permitió que la incredulidad se apoderara de su fe. Su confianza vacilante les hizo perder las bendiciones que Dios tenía planeadas.
Cuando estamos espiritualmente inestables, nos volvemos menos dispuestos a asumir un riesgo cuando Dios nos lo pide. En lugar de actuar con certeza, cuestionamos y dudamos de lo que estamos escuchando del Señor. También podemos encontrar que el gozo disminuye porque nuestra fe vacilante nos ha alejado de la voluntad de Dios (He 10.23). La paz interior que alguna vez disfrutamos se evapora a medida que nuestra fe se debilita.
No importa cuán inestable sea nuestra fe, Dios nos invita a acercarnos para que pueda fortalecer nuestra confianza en Él.
Biblia en un año: EZEQUIEL 20-22