El corazón humano es un órgano asombroso. Esta estación de bombeo del tamaño de un puño pesa entre 200 y 350 gramos. Diariamente, ¡late unas 100.000 veces y bombea 7.500 litros de sangre a través de alrededor de 100.000 kilómetros de arterias y venas! Con semejante tarea estratégica y carga de trabajo tan pesada, es comprensible que la salud cardíaca sea vital para el bienestar de todo el cuerpo. La ciencia médica nos alienta a procurar hábitos saludables porque la condición de nuestro corazón y la calidad de nuestra salud van de la mano.

Mientras que la ciencia médica habla con autoridad sobre nuestro corazón físico, Dios habla con aún mayor autoridad sobre un «corazón» de otra clase. Se refiere al «centro» mental, emocional, espiritual y moral de nuestro ser. Dado que el corazón es la unidad de procesamiento de la vida, hay que protegerlo: «guarda tu corazón; porque de él mana la vida» (Proverbios 4:23). Proteger nuestro corazón nos ayudará con nuestro lenguaje (v. 24), nos impulsará a discernir lo que miramos (v. 25) y a escoger los mejores senderos para nuestros pies (v. 27). Independientemente de la edad o la etapa de la vida, al cuidar nuestro corazón, preservamos nuestra vida, protegemos nuestras relaciones y honramos a Dios.

De: Arthur Jackson