El pintor inglés John Martin es conocido por sus paisajes apocalípticos sobre destrucción de civilizaciones. En esas escenas fantásticas, los humanos quedan pasmados ante la magnitud de la catástrofe y su falta de poder ante el juicio que se avecina. En La caída de Nínive, describe a personas que huyen de olas crecientes debajo de nubes arrolladoras.
Más de 2.000 años antes de la pintura de Martin, el profeta Nahum predijo el juicio contra Nínive. Usó imágenes de montes que temblaban, collados que se derretían y la tierra que se conmovía (Nahum 1:5), como símbolo de la ira de Dios sobre los que oprimían a otros para beneficio propio. Pero la reacción de Dios ante el pecado no carece de gracia. Aunque Nahum les recuerda a sus lectores el poder de Dios, señala que Él es «tardo para la ira» (v. 3) y «conoce a los que en él confían» (v. 7).
Resulta difícil leer descripciones de juicios, pero un mundo donde el mal no fuera confrontado sería terrible. Felizmente, el profeta no termina con esa nota, sino que nos recuerda que Dios desea un mundo bueno y justo: «He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz» (v. 15). Esta buena nueva es Jesús, quien sufrió las consecuencias del pecado para que podamos tener paz con Dios (Romanos 5:1, 6).
De: Matt Lucas