Nuestra fiesta se acercaba, y mi esposa y yo empezamos con los planes. Como vendrían muchas personas, ¿deberíamos contratar un servicio de comidas? Si cocinábamos nosotros, ¿tendríamos que comprar una barbacoa? Ante la posibilidad de lluvia, ¿comprar una tienda? Enseguida, la fiesta se estaba volviendo muy costosa, e incluso un poco antisocial. Al tratar de proveer todo nosotros, estábamos perdiendo la oportunidad de recibir ayuda.

La visión comunitaria de la Biblia consiste tanto en dar como en recibir. Aun antes de la caída, Adán necesitó ayuda (Génesis 2:18); y a nosotros se nos llama a buscar el consejo de otros (Proverbios 15:22) y a compartir nuestras cargas (Gálatas 6:2). La iglesia primitiva, en lugar de vivir independientemente, compartía, tomaba prestado, daba y recibía en una hermosa interdependencia (Hechos 2:44-45).

Finalmente, terminamos pidiéndoles a los invitados que trajeran una ensalada o un postre a la fiesta. Nuestros vecinos trajeron su barbacoa y un amigo trajo su tienda. Pedir ayuda nos permitió forjar relaciones más cercanas, y la comida que hicieron agregó variedad y deleite. En una época como la nuestra, la autosuficiencia puede generar soberbia. Pero Dios da su gracia «a los humildes» (Santiago 4:6), incluidos los que humildemente piden ayuda.

De: Sheridan Voysey