Apocalipsis 7.16, 17

Abejorros y tejones, leones y zorrillos, osos negros y perros beagles tienen una cosa en común: si se sienten amenazados, atacan. Pero ese no es el caso de los corderos.

En la Biblia, los corderos por lo general se mencionan en el contexto de una ofrenda sacrificial. Por ejemplo, en el día de la Pascua, Dios rescató a su pueblo de la esclavitud en Egipto mediante la sangre de un cordero. Imagínese el asombro de los discípulos cuando Juan el Bautista presentó al Señor Jesús como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29).

La nuestra es una historia extraña. El cristianismo es la única religión con un Dios que, con amor y por amor, se sometió a ser sacrificado a manos de sus propias criaturas. Por supuesto, el Señor Jesús, el Cordero vulnerable, también es el Poderoso que gobierna, juzga y triunfa (Ap 5.6; 14.9-11; 17.14), pero aún así, es el “Cordero que fue inmolado” (Ap 13.8).

Es una historia valiente y única, de personas tan sumergidas en el pecado que no podían salvarse solas. Alguien tenía que venir a rescatarlas de la esclavitud, incluso si eso significaba morir por ellas. Y eso es justo lo que hizo nuestro Salvador. El Señor Jesucristo, el León que vino como Cordero, entregó por voluntad propia su vida por nosotros.

BIBLIA EN UN AÑO: 1 REYES 6-7