Mateo 21.12-17

Para los discípulos, el Domingo de Ramos debió haberles parecido un sueño mientras celebraban con su pueblo en Jerusalén. Pero al día siguiente, algo muy diferente tuvo lugar.

El patio de los gentiles, la única área del templo a la que podían entrar los no judíos, se había convertido en un mercado al aire libre. El Maestro y sus seguidores se abrieron paso entre los clientes que regateaban con los comerciantes, gritaban sobre el ganado o se agolpaban alrededor de las mesas de los cambistas. El Señor atravesó el patio, volcó mesas y sillas, tiró monedas y arrastró a los animales a la puerta. Al final, impidió que anduvieran por el templo llevando cosas (Mr 11.16).

Los discípulos debieron haber quedado sorprendidos. Esperaban que el Mesías juzgara a sus opresores, no a su propio pueblo y su lugar de culto. En voz alta, el Señor les recordó una escritura que al parecer habían olvidado. “¿No está escrito”, gritó, ‘mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones’” (Mr 11.17).

El fervor de Jesucristo al limpiar el templo reveló la prioridad que le daba a la pureza de la adoración y al acceso al Padre. Demostró que nadie, ni siquiera el pueblo elegido por Dios, debería poner obstáculos a cualquiera que busque obedecer al Señor.

BIBLIA EN UN AÑO: 1 REYES 3-5