Filipenses 3.7-11

Sin importar a cuántas personas conozcamos o cuántas cosas logremos en la vida, el mayor privilegio es conocer a Dios. Nada más puede darnos el gozo y la satisfacción que anhelamos. Y, sin embargo, con frecuencia buscamos la aceptación del mundo porque olvidamos el tesoro de conocer al Dios vivo.

A menudo, las personas dicen una oración de salvación y se quedan satisfechas con este primer paso. Si se les pregunta, “¿Conoce usted a Dios?”, la mayoría dirá que sí. Pero hay una gran diferencia entre conocer hechos sobre Dios y relacionarse de manera personal con Él. Los creyentes debemos estar en constante crecimiento del conocimiento de Dios y de lo que Él considera importante.

Quienes pasan la vida dependiendo de sí mismos, nunca conocen a Dios en realidad. Él se manifestará a un corazón que sea honesto y transparente, no a uno lleno de orgullo y arrogancia. Es en nuestro quebrantamiento donde conocemos al Señor.

¿Tiene usted hambre de conocer a Dios? Si es así, pregúntele: “¿Quién eres? ¿Cómo eres?”. Luego, ábrase a Dios, no por el bien de Él, puesto que el Señor ya le conoce a la perfección, sino por su propio bien (Jn 17.3). Al pasar tiempo con su Padre celestial, usted descubrirá lo muy privilegiado que es.

BIBLIA EN UN AÑO: 2 SAMUEL 1-3