Cuando entré a mi iglesia después de varios meses de cuarentena, me entusiasmó ver miembros que no había visto durante un tiempo. Me di cuenta de que algunos, en especial los ancianos, no volverían por cuestiones de seguridad, y otros porque, lamentablemente, habían fallecido. Por eso, me emocioné al ver entrar a una pareja mayor que solía sentarse detrás de mí. Los saludé, y el hombre me devolvió el saludo, mientras su esposa me miraba fijo sin siquiera sonreír. Me dolió y me pregunté por qué.

Unos domingos después, vi que a la misma mujer la ayudaba una amiga, que le mostraba cuándo sentarse y pararse; como si fuera una cuidadora. Al parecer, mi vieja amiga estaba muy enferma y no me había reconocido. Me alegro de no haberla abordado ni tampoco sentirme molesta cuando no me devolvió mi entusiasta saludo.

Proverbios brinda muchos consejos para vivir sabiamente; y no ofenderse con facilidad es una de sus joyas. De hecho, dice: «Las personas sensatas […] se ganan el respeto pasando por alto las ofensas» (19:11 NTV). Decidir no ofenderse y aprender a detener nuestro furor (v. 11) puede traernos honra. Puede requerir paciencia y «sabiduría» (v. 8), pero las recompensas bien valen la pena al decidir sobreponernos y amar a los demás.

De:  Katara Patton