Un día de invierno en Michigan, un repartidor vio a una anciana quitando la nieve de su garaje. Se detuvo y convenció a la mujer de 81 años de que lo dejara terminar la tarea. Preocupada de que él entregara tarde los otros paquetes, ella tomó otra pala. Así trabajaron lado a lado durante casi 15 minutos, mientras sus vecinos miraban de lejos. «Estoy tan agradecida de que me ayudaras —dijo ella—. Te envió Dios».

Durante una conversación con un experto en la ley, Jesús redefinió el concepto de amar al prójimo (Lucas 10:25-37). Cuando le pidió que interpretara la ley que conocía tan bien, el experto dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo» (v. 27).

Luego, Jesús compartió una historia sobre dos líderes que ignoraron a una víctima de robo. Pero un samaritano, a quien los líderes judíos consideraban entonces inferior, se sacrificó para ayudar al hombre necesitado (vv. 30-35). Cuando el experto entendió que aquel hombre lo había amado como a un prójimo, Jesús lo alentó a hacer lo mismo (vv. 36-37).

Amar a otros no siempre es fácil ni conveniente. Pero a medida que Jesús nos colme de su amor, nos ayudará a amar a todos nuestros prójimos como lo hizo el samaritano.

De:  Xochitl Dixon