¿Ganarían discutiendo? «Jamás», advirtió un líder a los residentes de un pequeño pueblo donde una batalla campal entre los ambientalistas y los dueños de pequeñas empresas desencadenó las «Guerras de las Adirondack». Luchaban por mantener la inmaculada tierra salvaje en el norte del estado de Nueva York o impulsar su desarrollo.

«¡Váyanse a su casa», le gritó un líder local a un ambientalista. Pero pronto, surgió un nuevo mensaje: «No se griten. Traten de hablar». Una alianza y el diálogo cívico condujeron al progreso, quedando unas 405.000 hectáreas de terreno silvestre protegido, mientras los pueblos prosperaron más de lo que lo habían hecho en 20 años.

La coexistencia pacífica es un comienzo, pero Pablo enseñó algo aún mejor. A los nuevos creyentes de Colosas les dijo: «dejad […] ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas» (Colosenses 3:8). Los instó a sustituir sus antiguos caminos por una nueva naturaleza en Cristo: «Vestíos […] de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia» (v. 12).

Esa invitación sigue vigente hoy: someter nuestras belicosas vidas a una nueva vida en Cristo: «la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo» (v. 15). En nuestra paz, el mundo verá a Jesús.

De: Patricia Raybon