En la boda de Mercedes, su madre leyó un pasaje hermoso de 1 Corintios. El capítulo 13, «el capítulo del amor», sonaba perfecto para la ocasión: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece» (v. 4). Mientras escuchaba, me pregunté si las parejas modernas sabían qué impulsó al apóstol a escribir estas palabras conmovedoras. Pablo no estaba escribiendo un poema de amor, sino un ruego a una iglesia dividida para que sanara sus profundas grietas.

La iglesia de Corintio «era un desastre», como lo describe con simpleza Douglas A. Campbell. Los problemas candentes incluían incesto, prostitución y rivalidad entre los líderes. Las demandas judiciales entre los miembros eran habituales. La adoración solía ser caótica: los que hablaban en lenguas querían ser oídos primero, y los que profetizaban buscaban impresionar (ver 1 Corintios 14).

Campbell señala que la razón de ese caos era «el fracaso en relacionarse con amor». Pablo mostró el camino más excelente al predicarles sobre el amor, porque «el amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará» (13:8).

Estos recordatorios pueden alentar una fiesta de bodas, y también inspirarnos a vivir mostrando amor y bondad.

De: Patricia Raybon