Fue doloroso ver que mi papá perdía la memoria. La demencia es cruel; quita la memoria de las personas hasta que no recuerdan nada de lo que vivieron. Una noche, tuve un sueño que Dios usó para alentarme. Él tenía un pequeño cofre en sus manos, y me dijo: «Todos los recuerdos de tu papá están guardados aquí. Mientras tanto, los cuidaré. Y luego, un día, en el cielo, se los devolveré».

En los años siguientes, ese sueño me consoló cuando mi papá no sabía quién era yo. Me recordaba que su enfermedad era temporaria. Por ser hijo de Dios, un día sería restablecido permanentemente.

También me ayudó a recordar que Pablo describió que el sufrimiento es leve y temporario (2 Corintios 4:17). No lo minimizaba, ya que él mismo había sufrido mucho (vv. 7-12), pero enfatizaba que, a la luz de la eternidad y la gloria futura que tenemos en Cristo, nuestros problemas son leves y temporarios. Todas las bendiciones gloriosas que tenemos ahora, y las que un día experimentaremos, las superan infinitamente (v. 17).

Gracias a Dios y sus promesas, podemos decidir no desanimarnos. Aun mientras sufrimos, podemos vivir cada día con fe y descansando en su poder renovador (v. 16). «[Pongamos] nuestra vista» hoy en sus promesas eternas (v. 18 LBLA).

De: Karen Huang